El proyecto de la película musical de Evita duró 13 años. Deambuló en Hollywood por varios estudios, hubo reuniones con posibles directores, entre los que se contaron Oliver Stone, Ken Russell y Glenn Gordon Caron, pero al final le dieron el proyecto a Alan Parker (quien ya tenía experiencia en musicales como “Fama”, 1980, del cual Madonna había hecho el casting pero no quedó) en la Navidad de 1995.
Ya proclamada la reina del pop y harta de que la tilden de “mala actriz”, la cantante de “Holiday” fue rápida y se contactó de inmediato con el director británico: en una carta de cuatro páginas le explicó por qué ella era perfecta para el papel y le adjuntó una copia de su último video (“Take a Bow”).
Tim Rice, uno de los creadores de la ópera rock Evita de 1978, apoyaba a Madonna en ese papel, pero Andrew Lloyd Webber y los productores de la película, Robert Stigwood y Andrew George Vajna, no la querían.
Le ofrecieron el papel a Michelle Pfeiffer, aunque Parker insistía en su apoyo a la compositora de “Lucky Star”. El golpe de suerte de Madonna fue que Pfeiffer recién había tenido a su segundo hijo y no podía cumplir con un rodaje que sería intenso entre Argentina, Gran Bretaña y Hungría…
Así, entonces, pese al descontento de los productores, la actriz y cantante logró el papel. No hubiese sido posible sin el apoyo incondicional de Parker, que confiaba en su talento para interpretar a Eva Perón.
En suelo argentino
Apenas salida de Ezeiza, Madonna divisó unos graffiti en su contra: “Evita vive, fuera Madonna”. Más tarde unos manifestantes prenderían fuego un retrato suyo frente al hotel Hyatt (Four Seasons): “Estoy segura de que todos vendrían a tomar el té si los invitara. Nada de esto me desanima”, escribió la empresaria en su diario íntimo de viaje que más tarde publicaría en Vanity Fair.
En su estadía se quedó en una suite en la segunda planta del Four Seasons (de la cual se quejó, ya que daba justo hacia donde los fans se paraban para gritar). Como toda diva, tuvo sus exigencias extravagantes: gardenias flotantes en los baños y orquídeas blancas en todos los ambientes de la suite.
Otras cosas más comunes como: una licuadora, jugos de manzana y mango, pochoclos, gomitas en forma de osos, cereales Special K, harina de avena, papas fritas, verduras frescas surtidas, pollo teriyaki, agua Evian y un reproductor de CD en todas las habitaciones.
También pidió que se acondicionara una sala como gimnasio que tendría que tener una cinta contínua, Life Cycle, Stair Master, Versa Climber y mancuernas.
Los primeros días en Buenos Aires fueron teñidos por el descontrol de los fans y la seguridad que era poca. En una de sus primeras salidas, la locura de todos en la calle por querer ver o tocarla se desbordó y la cantante de “Like A Virgin” cayó al piso unos tres segundos, logró entrar al auto, perdió un zapato y se le rompió el otro.
Enojada por esta situación, el tercer día se quedó encerrada a oscuras en su cuarto: “Llovió todo el día y las persianas de las ventanas de mi habitación seguían abriéndose y cerrándose. Creo que el espíritu de Eva estaba en mi habitación”, relató Madonna en su diario.
Al día siguiente visitó la tumba de la ex Primera Dama en el Cementerio de la Recoleta (que la reina del pop tildó de “hermoso, decadente y embrujado”).
Luego aceptó ir a un cóctel, pero llegó de mal humor porque ese día había vivido el infierno para trasladarse y le molestaba que todos la saluden en la mejilla (toda una adelantada teniendo en cuenta la actual pandemia): “Recogí los gérmenes de todos. La costumbre aquí es besar a todos en lugar de darles la mano”, escribió en sus memorias viajeras.
Modo turista
En uno de sus días libres, la artista visitó San Telmo y a pesar de que se disfrazó, la gente la reconoció igual, se sintió incómoda y decidió volver a la “prisión” (así lo describió en su diario) del hotel después de estar de compras durante tres horas: compró 50 sombreros, 10 pares de guantes, una docena de vestidos, 10 mantillas de encaje y pinturas.
Otro día fue a la Biblioteca Nacional y se enteró de que ahí donde se construyó habían vivido Evita y Juan Domingo Perón, donde también ella falleció. Charló con el director de la Biblioteca, el escritor Héctor Yánover (1929-2003), y luego se fue a un cóctel top que le hizo Roberto Devorik en su casa, sin prensa, donde conoció a personalidades de la radio y la televisión argentina.
“Yo llegué vestida súper producida porque la iba a conocer y me sorprendí porque ella estaba muy sencilla. La empecé a buscar con la mirada, había como treinta personas, y no la encontraba hasta que de pronto vi una chica medio rubia, con una cola de caballo tirante, muy poco maquillaje, lentes de contacto oscuros, una camiseta negra y algo animal print. Me acerqué a saludarla y a felicitarla. Era una chica normal, menudita, súper sencilla y relajada. Fue simpática y amorosa, charlé un poco con ella, me contó de sus días en Buenos Aires y me pareció una mujer muy profesional. Uno piensa que los artistas son como los ves en el escenario y la verdad es que no”, contó Teresa Calandra.
Para fines de enero la empresaria comenzó a dormir, fuera de su cuarto de lujo, en una habitación del tamaño de un armario (según sus palabras), para poder descansar tranquila de los gritos eufóricos de sus fans. El 5 de febrero se llevó a cabo la conferencia de prensa de la película y la reina del pop estaba aterrada:
“Tengo que enfrentar a la minoría conservadora que se opone violentamente a la realización de esta película. Me harán preguntas estúpidas. Serán groseros, reaccionarios e ignorantes”, expresó en su diario y luego de enfrentarse a su mayor miedo escribió: “No fue tan malo como esperaba”.
Con Menem, en secreto
El 7 de febrero recibió la invitación para un encuentro secreto: conocer al entonces presidente Carlos Saúl Menem, en Tigre.
Ese día Madonna viajó agachada en un Mercedes Benz que había alquilado rumbo a la cita con el ex presidente argentino, rodeado de policías en moto, llegó a un aeropuerto en donde la esperaba Constancio Vigil (amigo de Menem y quien ayudó a llevar a cabo el encuentro) y un helicóptero que los llevaría hasta una isla situada en medio del Delta del Tigre.
Sobre sus primeras impresiones de Menem escribió: “Pequeño, desafiante y muy bronceado”.
Luego continuó: “Estaba rodeado de hombres de aspecto muy sospechoso y una traductora”. Lo primero que le dijo Menem fue que estaba sorprendido de lo mucho que se parecía a Eva Perón, a quien había conocido en su juventud. Ella replicó: “Las dos conseguimos nuestros objetivos por nosotras mismas y no por otros. Evita elevó a la clase trabajadora y a los pobres ofreciéndoles trabajo e igualdad de oportunidades, mientras que yo les he dado a las mujeres el valor de liberarse sexualmente”.
Según la actriz de “Buscando desesperadamente a Susan” (1985), el ex presidente le miró el escote toda la reunión. Gracias a su encanto natural, comenzó logró lo que ella buscaba: el visto bueno de Menem (que luego se convertiría en aprobación oficial) para filmar en la Casa Rosada.
Al final del encuentro, la empresaria le puso la canción “You Must Love Me” (compuesta especialmente para la película) y el ex presidente argentino lloró. La cita terminó a las 23. Al despedirse, Menem le agarró la cara a la reina del pop, le dio un beso en cada mejilla y le deseó buena suerte.
Un rodaje “infinito”
La filmación de Evita comenzó el 13 de febrero. La artista rodaría escenas seis días por semana y ensayaría el día libre. El primer día de filmación se llevó a cabo en Uribelarrea, partido de Cañuelas, en la provincia de Buenos Aires y luego en Zapiola donde le tocaba a filmar a la cantante de “Express Yourself” la escena en donde Eva parte en tren a Buenos Aires.
La filmación de los amantes de Eva Duarte se llevó a cabo durante todo el día en el subsuelo de una galería de la calle Florida.
“En un momento miré hacia mi izquierda y descubrí pegada a mí a una chica de contextura delgada, pequeña, pelo corto, con ropa de ensayo y unos ojos que al mirar parecía que saliese el sol con todo su esplendor. Me miró y me sonrió. Estaba al lado mío calladita atendiendo las indicaciones del director. ¡Sí! La que había vendido más de 300 millones de producciones musicales: la reina del pop. Había estado al lado mío sin que yo notara su presencia. Su gracia y buen humor me ayudó mucho a aflojarme y al instante facilitó el desarrollo de las escenas. Sus permanentes bromas durante el rodaje de tono sexual, la mayoría, hicieron posible que todo acartonamiento desapareciese, rompiese el hielo y generase un clima muy divertido, agradable, con resultados excelentes de trabajo. Para mí uno de mis recuerdos más ricos”, contó el actor Francisco Nápoli.
Por otro lado, otro de los extras lo vivió distinto: “Imaginate trabajar con Madonna, que en la filmación estaba de mal humor, a mí me pareció desagradable, aún así es una excelente actriz”, expresó el actor Eduardo Ruderman.
¿Más locaciones? El Palacio San Souci y el Hipódromo de San Isidro.
“En el San Souci filmamos cuando Evita estaba enferma, con Perón. Ese día Madonna llegó como tres horas tarde, ella venía en helicóptero. Había desaparecido de su habitación. ¡Unos nervios! Nos volvió locos. Cuando grabamos en la cancha de polo hacía mucho calor, y ella decía todo el tiempo que se estaba derritiendo y venían con los ventiladorcitos a pila y la abanicaban. Dentro de todo, no generó muchos problemas. Pensábamos que iba a ser mucho más difícil”, declaró Claudio Reiter, asistente de dirección de Evita.
En su primer día libre la artista fue a practicar tango en un lugar donde todos eran mayores de 60 años. “Muchos pantalones elásticos, lamé dorado y lentejuelas. Era una escena sacada directamente de Buenos Muchachos (1990, Martin Scorsese). Lo único que faltaba era Joe Pesci (actor estadounidense)”, escribió en su diario la actriz y cantante.
El recuerdo de sus colegas
Luego llegó el turno del Instituto Félix Bernasconi, en el barrio de Parque Patricios.
“A las cinco horas antes de empezar a filmar tuvimos que deshabitar todo el colegio porque hubo una amenaza de bomba. Fue todo muy movilizante. Sabíamos que había gente que no estaba a favor de que Madonna interpretara el papel de Evita, pero no pensábamos que iba a llegar a tanto. Fueron dos horas en las cuales nos apartaron y nos llevaron a otro lugar y luego de que hicieron toda la inspección del colegio volvimos a filmar y a terminar las escenas que yo tenía ahí con ella. Madonna estaba al lado mío sentada y hablamos tres palabras porque la realidad es que ella estaba bastante asustada, la veíamos muy tensa, y yo le dije que sabíamos todo lo que le estaba pasando, que lo lamentábamos mucho porque ella estaba trabajando”, relató la artista Laura Miller.
La actriz y escritora Vera Fogwill aporta:
“Previo a rodar me vinieron con un contrato en donde yo me comprometía a no mirarle a los ojos a Madonna. Estaba prohibido mirarla. En toma sí podías, pero no fuera de ella. Me acuerdo que en un momento en vez de ella salió una doble. Me quedé helada", cuenta y agrega:
"Después Madonna salió he hizo la primera toma y en un momento me habló y yo le contesté para abajo con mi inglés gaucho y ella me seguía hablando, y ahí alguien de producción le explicó que yo había firmado ese contrato y Madonna me dijo que quería hablar conmigo porque le habían contado de una obra mía de teatro. Yo acababa de ganar el Premio La Nación como dramaturga (por “Las Feroces”) y la tenía en inglés, se la habían dado a Alan Parker y ella se había enterado, entonces me llamó a su guardaespaldas Bob, que era un hombre que medía dos metros, para que fuera con ella a su camarín y charlamos un poquito, me tradujo alguien de producción. Madonna fue muy amorosa, muy atenta, me hizo unas preguntas interesándose por mi trabajo y me dijo que quería leer mi obra y se la llevé al otro día".
La visita oficial
Finalmente la comitiva fue invitada oficialmente a la Residencia de Olivos.
“Se hizo una reunión en Olivos, donde estuvieron todos: Madonna, Antonio Banderas, Alan Parker y Jonathan Pryce, así que nos sacaron las fotos, hablamos bastante con ella de Perón, había conseguido mucha bibliografía que era interesante. Madonna era una chica tímida, tranquila, nada explosiva, fue simpática, agradable y estaba impactada por estar ahí. Para nosotros la película era un tema más en la agenda”, explicó Alberto Kohan, quien fue Secretario General de la Presidencia de Carlos Menem entre 1989-1990 y 1995-1999.
Con Amalita
Una de las visitas más importantes que hizo Madonna en su estadía en Buenos Aires fue a Amalia Lacroze de Fortabat, quien le contó que Juan Duarte, el hermano de Evita, le había pedido el número de su masajista para su madre Doña Juana Ibarguren.
Doña Juana en cada sesión le contaba intimidades de Eva a la masajista, que luego ella le contó varios secretos a Fortabat. Uno de ellos era que Evita cuando enfermó, Perón le tenía miedo y trataba de no estar cerca de ella por su estado. Tanto así que una vez le gritó que se fuera de su cuarto cuando ella lo despertó por una pesadilla que tuvo. Esto sensibilizó mucho a la actriz de ¿Quién es esa chica? (1987), al punto de que le costó seguir hablando con la empresaria.
El balcón de la Casa Rosada
El gran día llegó: la famosa filmación de la escena de “Don´t Cry For Me Argentina”. La artista relató en su diario:
“Sentí a Evita entrar en mi cuerpo como un misil de calor, comenzando con mis pies, subiendo por mi columna vertebral, y volando con la punta de mis dedos, hacia el aire, hacia la gente y de regreso al cielo. Después no pude hablar y estaba muy feliz”.
“Cuando Madonna canta ‘Don´t Cry For Me Argentina’ desde el balcón en la película es muy emocionante. Yo creo que el personaje la tomó muchísimo, me conmovió la transformación de ella”, declaró la actriz Esther Goris. “Don´t Cry For Me Argentina pasó a ser como un himno a Eva, a favor de ella. Desde el amor a Evita, no desde el odio”, manifestó la actriz Cristina Banegas.
Luego del último día de rodaje en Buenos Aires, Madonna concluyó: “Pensé que este día nunca llegaría y ahora ya está aquí y estoy un poco triste, pero no demasiado triste, porque siento que he logrado todo lo que me propuse hacer y algo más. Sí, he sufrido, pero no en vano. Me pregunto por qué los argentinos hicieron tanto alboroto. Nadie protestó cuando estaba en el balcón. Siento que me he ganado un poco de respeto aquí”.
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